He estado más de dos años sin publicar nada y alguno puede pensar que me he olvidado del oficio. Aunque tengo que admitir que no le he dedicado a la literatura la mitad del tiempo que le dedicaba antes, la realidad es que he seguido escribiendo cosas de vez en cuando desde entonces hasta ahora.
El motivo de no haber subido nada de lo que he escrito, es que me estoy volviendo un maniático (maniático de «mani-atar»). He estado intentando escribir párrafos perfectos para una idea de relato de la que me enamoré hace años. Y, ni tengo muy claro cómo es un párrafo perfecto ni en la medida en que lo sé, soy capaz de escribirlo. El resultado ha sido una larga lista de borradores, tanto en papel como en digital de distintas partes de un relato repetidas y reescritas hasta la saturación.
Estoy abriendo los ojos y me doy cuenta de que este grado patológico de perfeccionismo no me deja disfrutar de la escritura como antes ni me deja avanzar en las historias que quiero contar. Buscando cómo ponerle remedio se me ha ocurrido, por lo pronto, publicar algunos de esos intentos que, sin estar mal del todo, no encajan con la línea argumental o con el tono que quiero darle a las historias para las que los he escrito.
La idea es publicarlos sin más. Sin agregarles nada que los complete. Ni introducción ni desenlace. El efecto es muy curioso y ha sido todo un descubrimiento para mi, porque todo lo que falta al fragmento se intuye o se imagina o, sencillamente, se descubre que no es necesario. Un pequeño fragmento «descatalogado» funciona a la perfección como un micro-relato.
He creado finalmente la etiqueta «Descatalogado» para identificarlos y, cuando tenga varios, poder echarles un vistazo a todos juntos.
El primero es el que acabo de publicar hace unos minutos: «Con el levante».
Nos seguiremos viendo por aquí, aunque a veces desaparezca un par de años.
Saludos.