Hay un banco en un callejón a dos manzanas de aquí. He estado allí sentado alguna noche que he salido a pasear. En la pared de enfrente hay dos ventanucos al nivel del suelo por los que se puede ver la casa del sótano. El banco sirve de excusa para pararse a mirar sin reparo cómo se desenvuelve la vida en el interior.
El aire sigue helado. Las manos y la cara me duelen por el frío mientras el cuerpo me suda bajo la ropa y el chaquetón. Camino a paso ligero. El banco sigue en su sitio y tras las ventanas la luz está hoy encendida. Es la única luz en toda la calle.
La abuela está en su butaca como otras veces con un libro en las manos, aunque no lo lee. Parece hablar a alguien en la la otra habitación. En seguida aparece Cécile, (más…)